lunes, octubre 08, 2007

La partida de Luli y el temblor en Pisco

En una oportunidad un niño encontró un nido con huevos que había caído del árbol que estaba detrás de su casa. Fascinado, lo tomó con mucho cuidado y los miró por dos días seguidos hasta que debió salir fuera de la ciudad por una semana. Al regreso a casa, fue a buscarlos al pie del árbol y quedó transtornado al ver que los huevos estaban rotos. Entonces, corrió hacia su padre diciendole que los huevitos que había dejado estaban rotos y en el nido tan sólo habían cáscaras vacías. "-No, hijo" le contestó el papá, "los huevos no se dañaron y las cáscaras que ves son los restos que dejaron los pajaritos que escaparon de los huevos. Ahora podrás verlos volar entre los árboles, en el cielo. Ahora son verdaderamente libres."

Si hoy tuviera los 11 años que tenía cuando conocí a Lorenzo Guerra Mansilla (mi tío Luli-hermano de mi madre) habría quedado fascinado con ésta historia y acaso estuviera buscándole entre los árboles, tratando de identificar cuál de los pajaritos es realmente él; pero no tengo esos once, y a mis 41 años la muerte es algo mucho más complejo que uno debe asumir con mucha serenidad.

De chico no fui muy amigo de mi tío Luli. Cuando era niño, y por su porte, hasta le temía. Representaba a mi abuelo materno en la familia. Era un hecho que ante la ausencia de mi padre, cualquier cosa mala que hiciera con la que mi madre no pudiera lidiar llamaría a su hermano. Pasado el tiempo, en cambio, y a medida que fui creciendo, empezamos a establecer una relación más de hombres que de parientes. La imagen austera que tenía de él empezó a transformarse en una visión más tierna en la que veía a un hombre que había vivido sus días intensamente. De hecho que nuestro punto de encuentro eran los temas de derecho y especificamente los judiciales. Él, tratando de mantener "la práctica" y yo, pretendiendo introducir "la nueva práctica".

En los últimos años pude compartir varios almuerzos con él en casa de mi madre y eran oportunidades que tenía para bromearle y tratar de "hacerlo caer". Nunca lo logré. Su mente siempre ágil y sus respuestas oportunas neutralizaban mis ataques en medio de risas. Al final de la mesa me quedaba el sabor de que la austeridad de su carácter a la que solía temer de niño nunca fue completa pues estaba mezclada con algo de suavidad y dulzura. Con los años Luli fue para mí un austero dulce.

Es feriado en el Perú y nosotros velamos al tío Luli. Está nublado, hace frio y un nuevo temblor sacude Lima. Acaso sea que con el tiempo precisemos detenernos para recordarle como si fuese feriado. Acaso de vez en cuando necesitemos la fuerza de su voz para sacudirnos haciendonos saber que aún estamos vivos.

Hoy, mi tío Luli ha muerto. Me negué a verlo en su velorio. Prefiero tomarme una copa de vino en su nombre y recordarlo riendo y acaso, de vez en cuando, atreverme a buscarlo entre las ramas de los árboles.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Que bueno que lo conociste, yo siendo su nieta no lo llegue a conocer aunque lo ví algunas veces, solo sé de él las cosas que me cuenta mi padre osea su primer hijo de matrimonio. Bueno aunque despues de algunos años, que descanse en paz.