lunes, noviembre 21, 2005

El éxito de una veneratura

Por estos días, las logias yorkinas peruanas habrán elegido a sus Venerables Maestros. Recuerdo mucho la frase que solía repetirse antes, durante y después de las elecciones en Paz y Perfecta Unión Nº 1: …antes de las elecciones libertad, después de las elecciones unidad.

Sin importar quien haya obtenido el privilegio de llegar a la Silla del Rey Salomón, como llaman los masones que practican el rito de york en el Perú al sitial del Venerable Maestro; el éxito de un gobierno logial dependerá no sólo de la unidad y el apoyo que brinden los miembros de una logia a su Venerable sino también de la capacidad de éste para conducir sus trabajos.

El tiempo en la masonería me ha convencido de que no existen dos veneraturas iguales aún cuando sean dirigidas por el mismo hermano, pues el tiempo, las condiciones y hasta el ánimo influyen en ella y, ni que decir del sello personal que impone el propio venerable.

Y es que desde el punto de vista individual, llegar al máximo sitial de una logia representa para un masón la oportunidad de participar en la construcción cotidiana de su taller, ya no apoyando, sino dirigiendo y administrando el apoyo que el resto de miembros está dispuesto a ofrecer en beneficio del conjunto. De hecho, que muchos masones toman la elección como Venerable Maestro como una muestra de su éxito personal al interior de su grupo logial; sin embargo muchas veces éste éxito no es consistente y más que fortificante y constructivo deviene en débil, excesivamente pesado y frustrante para quien lo obtiene.

Suele suceder que muchos hermanos, se enfrascan en una lucha desmedida por ese éxito para satisfacer expectativas ajenas, para demostrar algo o tan sólo para competir con otros, sin caer en la cuenta que el logro alcanzado para obtener la aprobación, el reconocimiento, la aceptación o los honores de terceros es sumamente débil. Es más, algunos hermanos asocian el hecho del éxito logial –llámese, lograr ser venerables– con ser mejores, ser más hábiles, poderosos o más capaces que los demás, cuando la realidad nos dice que el éxito en general y este éxito en particular no cambia nada, ni nos transforma en mejores seres, ni nos valida ante los demás ni mucho menos nos reivindica.

Considero que si hablamos de éxito en nuestras logias deberíamos asociarlo al aporte que damos para que éstas crezcan, se fortifiquen y logren sus objetivos como sociedades de hombres libres en busca de perfeccionarse. Si queremos que el éxito no nos resulte frustrante debemos abandonar la idea de que siendo primus inter pares seremos mejores o distintos a los demás y mucho menos a lo que siempre hemos sido. En ese sentido, si queremos lograr el éxito en logia, si queremos llegar a ser venerables maestros de nuestros talleres deberíamos abandonar la idea de que lográndolo accederemos a más poder, pues fuerte sería nuestra desazón.

Por el contrario, quien pretenda ser venerable maestro de su logia debería planificar previamente su éxito, apoyarlo sobre bases sólidas y construirlo en creencias firmes y motivaciones que nazcan en el interior de su corazón para beneficio de todos. Sólo así tendremos logias más fuertes, venerables más sabios y veneraturas más exitosas.

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